Vemos que existe en todo ser humano normal, sano, un discernimiento natural, que viene de nuestra inteligencia, del ejercicio de nuestras facultades. “No apaguen el Espíritu, pero examínenlo todo y quédense con lo bueno”, como una forma de actuar particular y en su comunidad, en su grupo de oración, ver, analizar, cuales son los frutos. No hay árbol bueno que de fruta mala. Tratamos de ver si lo que está pasando en nuestra asamblea o en nuestra vida, produce el fruto del Espíritu. Si lo que está pasando me da paz, me da alegría, me da comprensión… O si me da orgullo, si me da tristeza, si me da temor… Si no produce el fruto del Espíritu no puede venir del Espíritu Santo, puede venir del espíritu humano, del mío, o puede venir del espíritu maligno, pero no del Espíritu Santo Tenemos que ver, sea en la profecía o en el mensaje o en la palabra de conocimiento que recibió una persona, si lo que me dice está de acuerdo con la Palabra de Dios ya que el espíritu santo no se contradice.